Dobletinte


Desde que Fred Perry ganó el Us Open en 1936 ningún británico volvió a ganar un Grand Slam.






Era la hora de jugar. Durante el horario escolar la clase de gimnasia es sinónimo de diversión y esparcimiento. Los niños de la escuela primaria de Dunblane, en Escocia se dirigían bulliciosos a uno de los gimnasios del establecimiento. La mañana se había presentado fría y tranquila. No había espacio para los supersticiosos. El calendario de 1996 indicaba que el día 13 de marzo caería un miércoles, aunque para más de uno aquella jornada se asemejó a un martes. Thomas Watt Hamilton, un ex boy scout entró al salón de gimnasia disparando contra todo lo que encontró a su pasó y suicidándose posteriormente. Uno de los chicos allí presente tuvo miedo, ¿quién no lo tendría? Fue ese miedo el que lo llevó a esconderse bajo un escritorio y así salvó su vida. Andy Murray pudo haber sido uno de los 16 alumnos que murieron aquel día en lo que se conoció como la masacre de Dunblane. “Tranquilamente pude haber sido uno más de los que murieron ese día. Lo más dramático de esto es que yo conocía a Hamilton.Yo asistía a un grupo dirigido por él y a veces mi madre lo llevaba en nuestro auto. Imagínense tener a un asesino en tu coche sentando al lado de tu madre”, comentó el británico.
La lucidez y frialdad mental que a los 8 años tuvo el actual número 5 del mundo para mantenerse a salvo, es la misma con la que se lo ve jugar en casi todas las instancias de los torneos en los que participa. Pero hay un partido en el cual el escosés cambia su marcha de gigante que todo lo puede y vuelve a ser aquel niño que tuvo miedo. En las tres finales de Grand Slam que Murray disputó ni siquiera logró ganar un set. La primera de ellas fue en el Us Open 2008 ante el suizo Roger Federer. Jugar en el estadio más grande del planeta ante el tetra campeón del certamen no era el escenario más favorable para una joven promesa aún inexperta en este tipo de definiciones. El serbio Novak Djokovic venía hecho una tromba el año anterior y en la final del torneo neoyorquino, también su primera de Grand Slam, corrió con la misma suerte que Murray.
La presión para el británico aumentó. Un año después de aquella derrota ante Federer el argentino Juan Martín Del Potro consiguió lo que el escocés ni nadie había logrado antes: derrotar al suizo en el último major de la temporada. En su primera final en este tipo de certámenes, el tandilense levantó la copa y en Gran Bretaña se preguntaban porque su jugador no había podido ganar al menos uno de los cuatro grandes.
No fue hasta principios de 2010 que el escocés volvió jugar una final de un Grand Slam. Había pasado algo más de un año desde aquel partido en Nueva York. Se quitó la gorra, dejó su vestimenta Fred Perry por Adidas, tema que tomó muy seriamente la prensa británica, después de todo Perry fue el último jugador de la isla en ganar Wimbledon, y cambió aquella obsoleta Head Intelligence Radical por una más actual. El resultado fue el mismo y Federer lo aplastó nuevamente en sets corridos, esta vez en Australia. El número 5 del mundo venía jugando un tenis brillante y el suizo ya no era esa máquina de ganar, por lo que esta era una oportunidad de oro para levantar su primera corona. Sin embargo, los nervios volvieron a traicionar a Murray quien rompió en llanto durante la entrega de trofeos.
Este año volvió a llegar a la final del Abierto de Australia, pero la tercera no fue la vencida. Djokovic le dio una paliza a quien parecía más una caricatura que un jugador de tenis y en la premiación, el escocés tuvo que conformarse con el plato en lugar del trofeo.
“Hasta que no tenga un entrenador en serio no va a ganar nada con ese juego de contragolpeador. Creo que el indicado es Tony Roach, el podría mejorarle mucho su saque y volea, ese juego ataque que aún no tiene, además Tony entrenó a tipos como Patrick Rafter, Lleyto Hewitt, Ivan Lendl o Roger Federer. ¿Esos jugadores son masomenos buenos no?”, ironizó el canadiense nacionalizado británico Greg Rusedski.
“Él está en un excelente momento, pero los años pasan y cuando no logras concretar tus objetivos la presión aumenta. Tiene que ser más duro con él en lugar de pasarle a la culpar a su banco, mirándolos y gritándoles como si ellos tuvieran la culpa cuando pierde un punto”, opinó la zurda Martina Navratilova.
Los británicos por ahora tendrán que esperar. Tienen al jugador, la materia prima. mientras tanto no les queda más que conformarse con una potencial promesa.

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