El principal golpe ofensivo del español le ha dado grandes dividendos, pero cuando este lo abandona su juego se ve muy disminuido y tiene que luchar más de lo común para ganar un partido.
Cuando el español Rafael Nadal apareció fuertemente en el circuito masculino hace 6 años su juego develaba a un jugador que no buscaba ganar los puntos, sino que prefería esperar el error del rival, y se hacía fuerte desde el contragolpe. El mallorquín era un jugador “pasapelotas” al que se lo podía poner en constantes situaciones defensivas pero había que luchar más de lo normal para ganarle un tanto. Incluso, su golpe más lineal y con el que causaba mayor desequilibrio desde el fondo de cancha era el revés.
Con el paso de los años, el manacorí cambió su juego pasivo por uno más ofensivo. El drive pasó a ser un tiro de transición a su principal arma ofensiva. A eso le agregó un saque más potente y mejoró notablemente su juego en la red. Estos nuevos atributos sumados a las impresionantes defensas y posteriores contraataques que ya tenía, hoy lo tienen en el puesto más alto del ranking. Sin embargo, es el drive el termómetro que convierte a Nadal en un jugador que parece imbatible a uno mucho más vulnerable al que le cuesta más de lo esperado conseguir un triunfo.
Cuando el número 1 del mundo no pasa un buen día con su drive comienza a quedarse corto, sus tiros pican dentro de los cuadrados de saque, y sus rivales lo ponen en constantes defensas y lo hacen correr más de la cuenta. Para colmo, Nadal es un jugador que tiende a esquivar exageradamente su revés dejando descubierta gran parte de la cancha, y si su izquierda no genera profundidad sus oponentes cuentan con más espacio para atacar al español.
En el partido ante el serbio Novak Djokovic en la final del Masters 1000 de Miami, este factor fue altamente apreciable, y no pasó a mayores ya que el número 2 del mundo tampoco jugó un buen partido. La técnica que Nadal tiene con su drive requiere de una gran aceleración en su muñeca izquierda. La empuñadura del número 1 del mundo es extremadamente cerrada, lo que genera un mayor efecto en la pelota y si a esta no se le da suficiente velocidad las posibilidades de que caiga cerca de la red son mayores. Incluso, Nadal corrige su entrada de las cuerdas sobre la pelota para que esta no sea tan vertical y no tener que pedirle tanto esfuerzo a su muñeca. A la vez, los revoleos bruscos que el mallorquín realiza al llevar la cabeza de su raqueta hacia arriba y no para adelante son otro factor que, por momentos, le quitan profundidad a sus tiros y comprometen más a la articulación de la mano en la búsqueda de golpes largos. En general, la técnica de drive de Nadal demanda una gran precisión y un esfuerzo físico desmedido en su brazo, que con el correr de los partidos se va desgastando y lo dejan sin su principal arma de ataque.
Esta forma de pegar es le ha provocado algunas molestias al español en su hombro izquierdo. Además, la falta de profundidad con su drive lo pone en situaciones defensivas que lo hacen correr más de la cuenta y son el causante de sus recurrentes lesiones de rodillas.
En contrapartida, su revés, que en igualdad de condiciones hoy es menos potente que su drive, es mucho más regular en cuanto a la profundidad que consigue con sus impactos. Esto se debe a que cuando toma la raqueta lo hace con una empuñadura mucho más abierta, que favorece una acceso más frontal de parte de las cuerdas con la pelota. Sus brazos tampoco salen hacía arriba sino que lo hacen siempre bien hacía adelante, es por eso que durante la final de Miami, Nadal parecía mucho más agresivo con ese golpe.
Con inestabilidades en su drive, el manacorí construyó a su corta edad, y lo sigue haciendo, una carrera que lo posiciona entre los mejores jugadores de la historia, pero ¿podrá afrontar el calendario ATP y mantenerse ganador si ese golpe no lo acompaña?¿será el momento de cambiar la empuñadura para exigirse menos? Sólo el tiempo sabrá si Nadal seguirá por la senda ganadora o su físico le terminará pasando cuenta del desgaste hecho a sus 24 años. La empuñadura cerrada en pelotas bajas
Así como Nadal corrige la entrada natural de la raqueta cuando esta se empuña con un grip muy pasado, cuando la pelota pica por debajo de la línea de la cintura se hace imposible agacharse y poner las cuerdas de tal forma que golpeen la bola de forma horizontal. En este caso, el español está obligado a seguir el curso natural de la raqueta y tiene que pegarle con el acordado casi acostado en la parte de arriba a la pelota si quiere que esta pase la red.
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